Gudkor Zuleta y los Halcones 81, recuerdos de juventud en la Villa Imperial
La foto, rememora en los chicos del Segundo Medio, el viaje de su curso a Camargo en 1979; “éramos felices y no lo sabíamos” dice una conocida frase. “Mirábamos de pie por la ventana al sol; al cielo, las nubes y a Dios” es un verso de la canción de Sui Generis «Dime quién me lo robó».
El paso del tiempo les robó de la memoria fragmentos de su línea de tiempo; piezas perdidas del rompecabezas del mosaico de sus vidas. A veces, la gente se esfuerza por rellenar esos espacios perdidos; pues, son piezas importantes de ese intervalo de tiempo, en el que cada uno representó un papel en el guión de su existencia.
Septiembre de 2007, la Promo del Colegio I.L.A.D.E. ha convocado a un encuentro 25 años después de su graduación. Con mucho entusiasmo se compartieron fotos, números de celular para promover el encuentro, el entusiasmo era intenso. Chicos intentan completar una de esas piezas desaparecidas; esperando que la reunión programada estimule el hallazgo en lo profundo de sus mentes, los fragmentos que completen esos espacios vacíos, esas fichas troqueladas y contribuyan a reforzar ese sentimiento de unión entrañable, experimentado en el querido colegio en cuyas aulas fueron acogidos los Halcones 81.
José apuntó su cámara (una Zenith rusa regalo de su padre) y disparó, deteniendo el tiempo, congelando la caminata grupal. Es una callejuela en Camargo. Es primavera de 1979, al centro (con el torso descubierto) está Gudkor Zuleta; a su derecha Victor; a su izquierda Cacho; y Freddy Lacóa (+); detrás están Boris y Vladimir Armijo (+) a su derecha.
Con el mundo a sus pies; el futuro por delante, caminan optimistas al encuentro del resto de su curso, estudian el segundo medio en el colegio I.L.A.D.E (Instituto Latinoamericano De Educación). A primera vista es solo un grupo de adolescentes; ajenos a los problemas del mundo. Para la mirada desconfiada del Sr. de la peluquería, son forasteros en su pueblo.
No había celulares, tampoco Internet; están desconectados del mundo, pero, a juzgar por la alegría en sus rostros; expresan un vínculo afectivo muy fuerte.
El viaje; a parte de la diversión, era una especie de intercambio de experiencias culturales y pedagógicas entre la Unidad Educativa de Camargo y el colegio. Incluyó una obra de teatro y música folclórica por parte de los Halcones. Semanas después les tocó retribuir y ser anfitriones recibiendo la visita de los alumnos de Camargo en la vieja casona.
Ese colonial caserón está ubicado en la calle Millares. Es conocido como la «casona de los leones rampantes», pues tiene un portón que data de finales del siglo XVIII. En la parte superior, en relieve hay dos leones (soportes) rampantes que tienen la mirada al frente y las patas delanteras entrecruzadas.
Entre ambos se erige una columna piramidal de tres piezas, al centro del relieve.
Perpendicular a esa portada; hacia el Norte, se tiene una impresionante vista del Cerro Rico y hacia el Sur, la torre de la iglesia La Merced. Céntrico lugar a tres cuadras de la plaza principal, a una cuadra del paseo peatonal Boulevard o ‘Bule’.
El colegio fue fundado en 1963 por Conrado Moscoso (+). Don Conrado fue director por muchos años; un señor de caminar lento, pero, de paso firme, muy estricto, no dudaba en despotricar con disparates cuando algo estaba mal, asimismo, era benevolente y comprensivo.
La vida colegial transcurría alejada de una monótona rutina; en su curso se cumplían las obligaciones impuestas por sus padres, profesores y la sociedad; pero, ese curso tenía algo especial, una sintonía que décadas después aún es un fuerte lazo de unión.
Ese sentimiento tan especial les motivaba a estar en grupo, charlar, cantar, bailar, ir en grupos al cine, faltar a clases, comer salteñas en ‘El Hornito’ o ir de excursiones a los baños termales sin permiso de padres, ni profesores.
Ese periodo en particular fue muy especial, más allá de las afinidades generacionales, compartían un gusto especial por la música disco; de moda en los 70, por el cine y las musas del erotismo italiano entre los chicos.
Solían cantar canciones de Suigeneris en guitarreadas acompañando a Félix Espinoza (+). Walter, organizaba bailes sin motivo alguno en el curso, obvio, con la aquiescencia del director. En las radios locales, Roberto Carlos arrasaba con su tema “¿porque me arrastro a tus pies?”.
Esa fijación por la buena música estimulaba el intercambio de discos de vinilo y casetes; a Juan Carlos le encantaba poner en el tornamesa de su equipo de componentes Technics los álbumes verde y azul de los Beatles, Ramiro compartía su afición por Donna Summer, Jorge (Coqui) Marzluf (+), también mostraba con orgullo sus discos americanos; los populares Earth Wind and Fire, Bee Gees, Herp Alpert hasta el desconocido Tim Blake.
Hector; llevó más allá su afición por la música trabajando en diferentes radios locales como DJ. Boris también tenía una linda colección de vinilos entre los que destacaban dos de música nacional Savia Nueva y Benjo Cruz. Los escuchaba a muy bajo volumen pues, tenía un militar como vecino.
Armando (Rori) también, gustaba de los Beatles, la música disco, y las revistas de ciencia ficción. Aún conserva una linda colección de revistas Duda y Contactos Extraterrestres.
Las tardes después de clases, Gudkor a menudo compartía con Pepe unas tazas de té destilado por su mami Justina mientras escuchaban a Pink Floyd, Santana y Deep Purple. “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd, era el vinilo atesorado por Gudkor. Sonaba espectacular en su equipo de sonido, radio y tocadiscos en un mueble de madera fina barnizada, todo un lujo vintage.
A menudo, los atardeceres invernales en Potosí eran más agradables escuchando los discos de moda; Bee Gees, Olivia Newton John, Donna Summer y Roberto Carlos. El Walkman aún no se había inventado, pero, las melodías de esos álbumes son la música de fondo perfecta para rememorar ese viaje a Camargo, ese lapso de vida memorable, cuyos recuerdos merecen ser compartidos, no por el valor sentimental, sino, porque son retratos de una generación que creció, se formó con cánones y paradigmas de una sociedad que no se sabe, si fue mejor o peor, pero, sembró la semilla de la amistad, el amor, respeto, empatía, principales valores humanos en sus corazones. Hoy es un árbol que año tras año da frutos.
Ese apego florecía aún en las horas fuera de clases, la rutina incluía las clásicas vueltas en grupo por el ‘Bule’. Una actividad tradicional al mediodía y por la noche jóvenes y adultos, perdiendo el tiempo, sin motivo alguno. Solo, el compartir unos valiosos minutos con amigos y amigas estimulando los pies a caminar las tres cuadras en filas cuatro personas, girando, girando entre charla y charla esperando encontrar caras conocidas o admirar los atributos físicos de las chicas de otros colegios. Era la mejor forma de buscar y encontrar personas y darles un ‘like’ a su ‘estado’ con un hola o una sonrisa.
El «Bule» fue y aun es, un meeting point (punto de encuentro) para todo. Una forma tradicional de hacer vida social, al mismo tiempo ver la cartelera y horarios de las funciones cine. Los afiches de las películas se exhibían en vitrinas ubicadas en las paredes del «Bule», además las seis salas de cine en esa época desplegaban réplicas inmensas en tela pintadas a mano de los afiches, toda una obra de arte que era expuesta a la entrada de cada sala cinematográfica.
El paseo peatonal concentraba las tiendas más importantes como la Castellana; importadora de ropa europea y americana, incluso armas de cacería se encontraban en sus estantes. En la segunda cuadra estaba La Giralda; importadora de chocolates ingleses y el famoso Cracker Jack. La librería Universal que traía revistas de moda, noticias, Billiken, Anteojito, además, de libros. La sucursal de Discolandia; exponía en parrillas verticales los discos de moda además de juguetes.
La librería Juventud; solía vender álbumes coleccionables de figuritas de historia y ciencia, por las noches su puerta estaba atiborrada de chiquillos coleccionistas que intercambiaban o buscaban las figuras que faltaban para completar sus álbumes. La heladería Tokio en la esquina de la calle Linares era otro de los lugares tradicionales al frente del restaurante ‘Las Vegas’ de don Renán y Elvira de Terrazas. En la Linares el local de las infaltables salteñas del ‘Hornito’ a la salida del cole por las mañanas.
El Bule también tenía un área dedicada a los cómics, revistas de Disney, Patoruzú, Patoruzito, Turok, Roy Rogers, El Moje loco, Condorito, Tarzán, Intervalo, Kaliman, Mecánica Popular y muchas otras revistas. Esas tres cuadras, posteriormente se extendieron a cinco cuadras hasta el colegio Franciscano. Con dos cuadras adicionales de la calle Padilla eran y son el centro de la sociedad Potosina.
Cuentan los libros de leyendas y crónicas que en épocas coloniales las damas de sociedad solían exhibir sus prendas de moda en busca de pretendientes y los caballeros en busca de mozas casamenteras.
Las bancas de la Plaza de armas 10 de Noviembre también eran punto de encuentro para su curso al mediodía o por la noche. Las bancas favoritas estaban ubicadas frente a la Catedral de la Villa Imperial, una basílica de estilo barroco virreinal.
Los viernes soleados, a la salida del colegio al medio día, un grupo solía ocupar una banca en la plaza y rellenar los crucigramas de Presencia Juvenil que se publicaban los jueves y llegaban a Potosí al día siguiente. Las noticias en la prensa escrita tenían 24 horas de retraso.
Uno de los momentos trágicos que atravesó su curso fue la muerte prematura de una muy querida y siempre recordada compañera, Liliana García (+), fue la primera compañera en dejar este mundo. Se quitó la vida como un epílogo triste a una corta vida de sometimiento paternal.
Algunos partieron del colegio antes del bachillerato, tomando rumbos diferentes, pero, con la esperanza de un día reencontrarse.
La ciudad de La Paz acogió a muchos de ellos y fue de lo más grato encontrar a compañeros y compañeras de otros cursos del I.L.A.D.E., amigos de otros colegios, gente entrañable viviendo en la ciudad del Illimani.
Gudkor Zuleta había elegido la carrera de Ingeniería Electrónica en la Facultad de Ingeniería en la UMSA, en sus aulas se reencontró con Pepe, habían elegido seguir la misma carrera y las tardes de charlas y té continuaron esporádicamente. Sus temas de conversación; pasaron de la música, a las computadoras, redes, sistemas operativos y su universo musical se había ampliado a Cat Stevens, Kitaro, Vangelis y Alan Parson’s Project.
Gudkor se sumergió de lleno en el desarrollo del Internet regional, a inicios de los años 90 formó parte del Proyecto Bolnet. Un selecto grupo de ingenieros electrónicos que trabajaron en conectar el primer nodo de Bolivia al Internet. Ese núcleo enlazado a la ‘autopista de la información’ estaba ubicado en el tercer piso de la Facultad de Ingeniería y Gudkor, fue uno de los privilegiados en acceder a la naciente red de redes. Fue la tercera persona en tener correo electrónico en el nodo Bolivia.
Tiempo después, emigró a Europa trabajando para la Food and Agriculture Organization como responsable de Redes y Telecomunicaciones en la Oficina Descentralizada de IT, dependiente de la División de la Tecnología de Información (CIO). Irónicamente, a pesar de que la red de redes generó una sociedad conectada; sus compañeros perdieron contacto con él.
Su trabajo en Europa, impidió su retorno para el reencuentro de las bodas de diamante y las posteriores reuniones de su curso. Reuniones que son a veces aisladas, otras veces programadas o incluso imprevistas, con un sólido basamento, la amistad, ese sentimiento profundamente enraizado en el corazón de los Halcones 81. Cada encuentro, cada reunión es un detonante para el retorno a la infancia, la adolescencia a los años en que fueron felices corriendo los pasillos de su colegio o caminando las calles de su ciudad colonial.
El acelerado cambio tecnológico transformó el comportamiento de la gente, le hizo más dependiente del reloj, del calendario, de la conectividad, de los celulares inteligentes y las redes sociales. Pero, el paso del tiempo, también, hace a la gente más vulnerable a dolencias.
En los pasados años, Gudkor luchó contra una enfermedad terminal, innumerables y costosos tratamientos no pudieron detener el avance de la parca. Deseaba derrotarla, más, terminó siendo derrotado en mayo del 2017.
En la Primera Sesión Plenaria de la FAO, el 3 de julio de 2017 se rindió tributo con un minuto de silencio al personal que falleció estando en servicio. Gudkor fue uno de los homenajeados.
De él, y otros compañeros y compañeras que partieron de este mundo, quedaron las anécdotas, fichas que llenan el atesorado baúl de momentos, piezas de esa acuarela de tiempos y que cada vez los Halcones 81 se esfuerzan por recomponer.
Gudkor Zuleta, permanece no solo en el recuerdo de los Halcones 81, por supuesto, en la memoria de su familia, sus amigos, sus colegas. En la historia del Internet en Bolivia.
Recuerdas cuando eras joven
brillabas como el sol
sigue brillando, tú, diamante loco…
Pink Floyd
Ref.
NSRC Network Startup Resource Center:
https://nsrc.org/db/lookup/report.php?id=890202514428:497435797&fromISO=BO
Pepito que foto y que tristeza por la pérdida pero uno jamás olvida los bellos momentos siempre los recordaremos Gracias…
Muchas gracias por la información. Gran aporte de esta web. Saludos!